Se cumple un nuevo aniversario del Gol del Siglo. Aquella tarde mexicana fue la coronación del gran Diego Armando Maradona.

No era un partido más. No solo eran los cuartos de final de la Copa del Mundo de México 86, sino que era el primer enfrentamiento entre argentinos e ingleses a cuatro años de la Guerra de Malvinas. Una herida que si aún sigue abierta, en esa época era un dolor insoportable.

En la previa del encuentro, los ingleses quemaron banderas argentinas fuera del estadio, colgaron otras con leyendas sobre “Falkland Islands” y hasta cánticos haciendo referencia al conflicto bélico. Esto despertó la indignación del público argentino y se produjeron incidentes que necesitaron de la intervención de la seguridad mexicana.

La tarde era tensa. Las cifras hablan de casi 115 mil hinchas en un Estadio Azteca iluminado por la fuerte luz natural de esa jornada. Los equipos a la cancha, la hora de la verdad. Los jugadores también sabían que no era un encuentro más en la historia de los mundiales, pero hubo uno que lo entendió más que nadie. A penas sonó el silbato, Diego Armando Maradona salió desesperado en busca de sacarles la pelota a los ingleses. Era un presagio de lo que vendría después.

Tras un duro primer tiempo que terminó igualado en cero, el segundo se guardaba toda la historia junta. Corrían seis minutos de la etapa final cuando el primer golpe llegó y qué mejor contado por él: “Yo buscaba una pared porque los ingleses eran una roca. Fenwick, Butcher, todos en la defensa eran grandotes. Y también Sansom, que es el que me da el pase. Valdano no me da el pase. Lo anticipa a Sansom. Y Sansom la quiere haces es jugar para atrás, en ese equipo no existía jugarla para atrás, sino dársela al arquero para que él siguiera. Cuando vi que iba para arriba, dije ’no la alcanzo nunca, bajá por favor’. Se me ocurrió una idea: meter la mano y meter la cabeza. Claro, cuando caigo, no entendía dónde estaba la pelota. ¡Miro y la pelota está en la red! Entonces, ¡empiezo a gritar ‘gol, gol!’. Y Checho, el boludo de Checho, me pregunta si lo había hecho con la mano. ‘Callate la boca, boludo, y abrazame’, le dije. Ahí me empezaron a abrazar todos. Valdano también me pregunta: ‘¿No me digas que fue con la mano? Y le respondo lo mismo. ‘Después te cuento, Valdano, dejate de hinchar las pelotas’”, explica Maradona sobre el gol”

Comenzaba la primera parte de la historia, la Mano de Dios. Esa que despertó pasiones y hasta canciones. Esa que a muchos les duele, pero que marcó un antes y un después. Hasta el propio Diego afirmó que no tenía nada de qué disculparse.

“Yo en ningún momento hablé de perdón. Hablé solamente de que la historia no se podía cambiar, de que yo no tengo por qué pedirle disculpas a nadie, porque fue un partido de fútbol en el que había cien mil personas en el Azteca, veintidós jugadores, que había dos líneas, que había un árbitro, que Shilton sale a hablar ahora y él no se había dado cuenta, se lo tuvieron que decir los defensores. Así que la historia ya está escrita, ya no la puede cambiar nada ni nadie. Y eso fue lo que dije. Yo nunca le pedí perdón absolutamente a nadie. Aparte no tengo que pedir perdón yendo a hacer una nota a Inglaterra. ¿Para qué? ¿Para ganarme a quién? Lo que más me jode es que se hacen eco en Argentina y hacen hablar a… gente que me conoce. Hablan de contradicciones. A los cuarenta y siete años me parece que pedirles disculpas a los ingleses es una estupidez”

Pero Diego era tan especial, era tan distinto, que no les dio posibilidad de reclamar demasiado. Tardó cuatro minutos en hacer la máxima genialidad de la historia para que nadie pueda criticar lo que había hecho con su mano. Corría el minuto 55 de partido y ahora sí, el Diez hizo arte, hizo magia, hizo el gol más hermoso del siglo.

“Ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, deja al tercero y va a tocar para Burruchaga… ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta… Gooool… Gooool… ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo, viva el fútbol! ¡Golaaazooo! ¡Diegol! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme… Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos… Barrilete cósmico… ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina? Argentina 2 – Inglaterra 0. Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona… Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 – Inglaterra 0”

Víctor Hugo Morales se encargó de ponerle el moño a esta obra con su relato, dejando inmortalizado para siempre esta locura. Nadie le podrá responder de qué planeta vino, pero sin dudas allí nació el mejor de la historia. Lo podemos ver una y otra vez que sigue causando la misma sensación, la misma emoción y siguen cayendo las mismas lágrimas que aquella tarde, incluso, en quienes no habían nacido en aquel momento.

Fue más que un partido. Fue una cita con la historia, pero también, fue un poco de justicia divina. No sana la herida, pero fue un mimo al alma entre tanto dolor. Fue dejar enmudecidos a los ingleses que se encargaron durante toda la tarde de gritar contra nuestro sentimiento y nuestra historia, hasta que el gran Diego Armando Maradona los llamó a silencio, hasta que Dios, hizo justicia divina.