Hace más de 13 años que Paula Segreto (@paula_segreto) estudia, comparte y enseña la disciplina del Yoga. No sólo a quienes se acercan buscando mejorar su salud sino también, a quienes eligen convertirse en profesores. En tiempos de pandemia, pudo continuar dictando clases de forma virtual y llegar con su profesorado (@amrita_vayu) a distintos puntos del país. Todo gracias a la flexibilidad que enseña el yoga, asegura.
«Si uno tiene el entrenamiento que te da el Yoga de ser flexible mentalmente, uno se va adaptando a las circunstancias que le toque vivir. Es ir adaptándonos, no enojarnos. Uno tiene que resolver lo que puede resolver y lo que no, como es el Covid, no lo voy a poder cambiar por más que me enoje», dice en forma muy precisa.
Para ella, esta preparación comenzó hace 32 años, tiempo en el que estaba esperando a su primera hija. «Como tengo escoliosis lumbar tenía miedo que, cuando me creciera la panza, me doliera la espalda. Entonces, en el barrio encontré una profe y empecé. Y me encantó. Sentía que me estiraba el cuerpo y que me hacía bien así que, todo el embarazo hice Yoga y después de parir, seguí».
Sin embargo, algo más se gestaba en esos momentos. Estas clases de Yoga, tres veces por semana, que se extendieron durante cuatro años, fueron la semilla para que años más tarde Paula se convirtiera en instructora de Yoga, aún sin proponérselo. «Un día la profe no pudo ir y me dijo ‘no haces esto’ y di, de forma totalmente intuitiva, una clase de Yoga», recuerda.
«Fue como si lo hubiera hecho toda la vida. Me salió natural. Claramente, esto que hago me pertenece. Yo había estudiado otra carrera, tengo otro título universitario, me dediqué a otras cosas, pero esto me nació y eso es lo lindo. Ojalá todos puedan descubrirlo, hacer algo que les fluya», reconoce.
Y es que antes de comenzar este camino, Paula se recibió de licenciada en Publicidad y Analista en Comunicación. «Estuve en una lucha interna durante años. Estudié esto y me dedico a esto, pero hay algo que no funciona, que está trabado y claramente no era mi destino hacerlo porque no fluía, pero la cultura es así: ‘si yo estudié esto tengo que trabajar de esto’. Era un mandato. Finalmente, con los años y de grande dije ´chau, a otra cosa’».
De discípula a Maestra
En el 2008, con dolores de espalda de por medio, decidió retomar la práctica que tanto bien le hizo y, como no encontró un espacio cerca de su casa, optó por ir hacia el barrio porteño de Palermo.
«Me anoté y fui. Como no tenía idea de la dirección, en lugar de caminar para la derecha, caminé para la izquierda y llegué tarde. En el lugar había una escalera y todo era silencio. En el momento en el que estoy subiendo la escalera, en ese silencio, me suena el celular. Así empecé mi primera clase de Yoga con ese profesor, me quería morir», confiesa entre risas.
La vida quiso que en ese mismo lugar funcionara también un profesorado así que, para aprovechar el viaje, decidió comenzar a estudiar y tuvo la oportunidad de pararse al frente de la sala antes de lo esperado. «Durante el primer año y antes de recibirme, me propusieron dar clases. Abrieron un nuevo horario los sábados a la mañana y empecé con un alumno. De a poquito, con el tiempo, empezaron a ir más al punto tal que tuvimos que sumar otro horario», cuenta.
Así comenzó a facilitar clases en el profesado, no sólo de práctica y de teoría, sino entrenando a los futuros instructores para dar clases de Yoga. «Me entrenaron para que enseñe a dar clases. Fue un entrenamiento increíble, valió la pena cada día que fui», explica y agrega: «No me propuse ser profesora de Yoga. Yo fui a practicar Yoga y me lo propusieron. Empecé a dar clases y finalmente, decidí ser profesora».
Sobre el Yoga, la práctica y más…
¿Qué es el Yoga para vos?
Es un camino. Es como un jardín de flores. Es un camino donde uno transita, como un bosque, y ahí vamos a encontrar todas las estaciones del año. Vamos a encontrar flores, vamos a encontrar hojas de otoño, vamos a encontrar frío, vamos a encontrar calor, vamos a encontrar todo y, mientras seguimos transitando este camino, vamos adaptándonos a esas diferentes estaciones del año. Creo que el Yoga es ese camino de aprendizaje donde uno tiene diferentes pieles que se va sacando a medida que el clima lo va requiriendo.
¿Qué es lo que más te gusta de esta disciplina?
El transitarlo. Ir haciéndolo. Ir descubriéndolo. Se descubre todo el tiempo. Siempre hay nueva información y esa información uno la va capitalizando, la va interiorizando, la va experimentando.
¿Qué aportó en tu vida?
A partir de la práctica física, lo que me aportó fue estabilidad mental. Básicamente, uno encuentra una ecuanimidad cuando empieza a entender la realidad de uno, del mundo y de Dios. Esa realidad hace que uno sea más objetivo en la mirada del mundo y tenga más compasión por el otro, y esa compasión te da una tranquilidad mental, emocional. Entender que el otro es el otro, que no lo puedo convencer de nada, que lo tengo que respetar tal cual es. Tengo que aceptar al otro sea un ser humano, un animal o una hormiguita. A todos los seres de la misma manera.
Entonces, la práctica física del Hatha Yoga, que es de lo que estamos hablando, lo que aporta es empezar a controlar, a conocer y a descubrir este cuerpo que tiene, aparte de los músculos, energía y, a esa energía y a ese cuerpo, lo maneja la mente y esa mente a veces está alterada, entonces hay que profundizar qué es lo que está pasando, porqué estoy alterado, porqué estoy angustiado, triste, mal y todas esas emociones que tiene el ser humano.
¿Existe la manera correcta o incorrecta de practicar Yoga?
Son dos cosas: primero ¿qué es Yoga? Como herramienta, Yoga es mantener mi cuerpo y mi mente sanos. ¿Cuál sería la forma correcta? Una buena alimentación, actividad física, buenos pensamientos y buenas acciones eso, sería en principio, hacer bien Yoga.
Y como estado, lograr esta ecuanimidad mental, se logra a través del camino del Karma Yoga. Si vos hiciste bien el camino del Karma Yoga se desemboca en ese estado de bienestar, en ese estado de ecuanimidad, de compasión, de amorosidad.
También, para algunas personas, quizás este camino sea más dificultoso y también está bien, porque es su camino. Entonces, hacerlo bien es hacer lo que uno tiene que hacer, hacer su propio camino. Eso sería hacer Yoga bien, para mi humilde decir.
¿Qué le dirías vos, como practicante, a alguien indeciso de empezar?
Que la única manera que tiene es probando. Haciéndolo. No hay otra manera. No hay palabras que te convenzan de hacer algo. La única manera que tenés es experimentarlo. Ese es el origen de la práctica, la propia experiencia, no hay otra forma. No te lo puedo explicar con palabras. Ahora, si no se anima, o tiene vergüenza o miedo, si es un obstáculo, que no lo haga, si va a ser una traba que no lo haga. Lo tiene que hacer si realmente tiene ganas de hacerlo, y que fluya.
¿Qué le dirías a los profesores que recién comienzan su camino?
Que den clases. No busquen muchos alumnos o muchas clases. Dar clase, dar clase, dar clase. Eso crea un campo energético que genera dar más clases. Yo lo experimenté, no me lo contaron. Yo generé el espacio en el gimnasio con un alumno y fue así durante años. Recién en los últimos años tenía el salón lleno.
Si quieren dar clases, que den clases. Dar la clase y soltarla, con un alumno o cien, da igual. No importa dónde, ni cómo ni qué. La experiencia es lo único que tenés para dar clases y siempre desde la humildad, desde el corazón. Siempre dar lo que uno sabe, no inventar cosas que uno no sabe o que no puede.
¿En la próxima reencarnación, volverías a ser profesora de Yoga?
Sí, volvería a ser profe. Volvería porque me hubiera gustado haber empezado joven, muy joven. Que me toque y me decida temprano.