El lugar del epicentro, la hora y la seguridad de las construcciones, algunas claves para entender un fenómeno tan mortífero.

Una combinación de factores explica el alto número de muertos y heridos y los graves daños que provocó el terremoto de este lunes que arrasó varias localidades de Turquía y Siria.

La cifra de muertos no para de crecer con el paso de las horas. En Turquía ya son miles, pero los equipos de rescate continúan encontrando cuerpos bajo los escombros y en los hospitales muchos de los heridos no lograban sobrevivir.

La localización del epicentro del sismo, de 7,8 grados, la hora en que ocurrió, los lejanos antecedentes y unas medidas de seguridad poco rigurosas a la hora de construir ayudan a explicar ese saldo mortífero.

Aquí, algunas claves para comprender una tragedia que enseguida despertó la solidaridad internacional.

Alta población

Fue el sismo más fuerte registrado en Turquía desde 1939, y golpeó una región poblada. Ocurrió de madrugada, a las 4.17 hora local, por lo que sorprendió a la población durmiendo. La inmensa mayoría de las víctimas «quedaron atrapadas cuando se derrumbaron sus casas», explicó Roger Musson, investigador del Servicio Geológico británico a la agencia AFP.

Los métodos de construcción «no eran realmente adecuados para una área proclive a grandes sismos», explicó este experto. La línea de fractura donde se produjo el movimiento sísmico estuvo relativamente tranquila en los últimos tiempos.

Turquía es una de las regiones sísmicas más activas en el mundo. Un temblor en en la región de Duzce (norte), en 1999, causó más de 17.000 muertos.

Esta vez el sismo se produjo al otro extremo del país, en lo que se conoce como la falla de Anatolia Oriental.

Esta región no había sufrido un sismo de magnitud superior a 7 en más de 200 años. Probablemente por ello, sus habitantes «se mostraron negligentes», explicó Musson.

Y a causa de ese largo período de relativa tranquilidad, la potencia de la falla «se fue acumulando», agregó el especialista.

Réplicas

La región sufrió otro temblor de magnitud 7,5 horas después, lo que confirmaría que se había acumulado mucha potencia que debía ser liberada, añadió.

El 13 de agosto de 1822, esta misma área sufrió un golpe «casi igual», con un sismo que alcanzó una magnitud de 7,4.

Causó «un daño enorme, con ciudades totalmente en ruinas y decenas de miles de víctimas», aseguró Musson.

Las réplicas se prolongaron hasta junio del año siguiente, recordó.

Además el epicentro del sismo de este lunes era relativamente poco profundo, apenas 17.9 kilómetros, y se situó en la ciudad turca de Gaziantep, donde viven unos dos millones de personas.

La placa tectónica Arábica se desplazó hacia norte. «Al no tener espacio, choca» con la placa de Anatolia. Ese frotamiento reverbera a lo largo de la toda la falla, explica este experto.

Gran extensión

El epicentro no es tan importante en este caso como la extensión del movimiento telúrico, a lo largo de 100 km. algo poco frecuente.

«Eso significa que dentro de ese margen de 100 km a lo largo de la falla, todo» sufre las consecuencias del temblor, añadió.

Y los sismos además no pueden predecirse, indicó Carmen Solana, una vulcanóloga de la universidad de Portsmouth, en Gran Bretaña.

«Las infraestructuras adaptadas son escasas en el sur de Turquía y especialmente en Siria, así que ahora la prioridad es salvar vidas», recordó esta experta.

Turquía había aprobado legislación en 2004 para reforzar los criterios de construcción, tras el sismo de 1999.

En Siria, a causa de la guerra, la situación es probablemente peor. «Muchas estructuras ya habían sido debilitadas a causa de una década de guerra», recordó Bill McGuire, vulcanólogo del University College de Londres.

 

Daniel Lawler – AFP