El reality en el que se busca al “Gran pastelero amateur” llegó a su fin en medio de la polémica por el triunfo de una participante con experiencia, lo que generó una revolución en la red social del pajarito, la cual en muchos casos superó varios límites.

La segunda temporada de BakeOff comenzó el 1° de marzo del 2020. Debido al Aislamiento y el despertar de los intereses culinarios durante el confinamiento, se convirtió en un éxito, alcanzando picos de rating difíciles de conseguir en la televisión actual. 14 fueron los participantes que ingresaron a la competencia, pero cuando solo quedaban cuatro, comenzó la polémica.

Por redes sociales comenzaron a circular informaciones vinculadas a Samanta Casais, incluso su currículum completo, donde figuraba que había hecho cursos de repostería y tenía experiencia en locales del rubro. Esto, infringía las normas de la competencia donde todos los participantes deben ser amateur. Esto llevó a que se desencadenara una catarata de tweets por parte del público contra la participante, muchos de los cuales alcanzaron niveles de agresividad sorprendentes.

A tal punto el fanatismo por el programa generó esta revolución, que el público en redes no solo hablaba sobre la vida profesional de la participante, sino también de aspectos personales como una causa judicial por un accidente que tuvo en la autopista en 2017. En noviembre de ese año, Samanta quedó involucrada en un siniestro en el que murió Alfredo Olguín, de 74 años, quien manejaba una moto.

Según la hija de la víctima tuvieron inconvenientes “porque ella dijo que fue mi papá el que se la llevó puesta, pero en las grabaciones y fotos de la autopista 25 de Mayo se ve que ella amagó con salir con el auto justo cuando venía mi papá y ella se lo come en una curva a unos 500 metros de la cancha de Vélez. Ella se cruzó del cuarto carril a la banquina porque reventó una cubierta”.

Además de este hecho, la difusión del currículum vitae de la participante de manera completa, llevó a que se dieran a conocer datos personales de ella como teléfonos y dirección. El acoso recibido por redes sociales hizo que tenga que bloquear los comentarios por la cantidad de agresiones que le dejaban plasmadas en su muro.

¿Por qué un reclamo de justicia en un reality se transformó en una causa con niveles tan altos de violencia? ¿Por qué se despertó este sentimiento en los usuarios que los llevó a rastrear hasta causas judiciales o difundir datos personales? ¿Es el fanatismo el justificativo para todo? Probablemente no tengamos una sola respuesta, pero si, en su búsqueda, nos encontramos nuevamente ante la principal grieta de las redes sociales: su uso.

El hecho de dar a conocer una situación de irregularidad en un programa y hacer los reclamos para que sea “subsanado” es un motivo válido y Twitter volvió a demostrar todo su poder. Ya nada pasa por alto ante la mirada de los millones usuarios de la red social. Pero el anonimato o el estar detrás de un perfil virtual, despierta un nivel de impunidad o al menos de vehemencia que preocupa. Es importante transmitir la de idea de que las redes son solo una vía más de comunicación y como cualquier otra se deben cuidar las formas y medir cada uno de los caracteres que se escriben.

El caso Samanta Casais deja varias enseñanzas. Primero que hacer trampa no es la vía segura para lograr el éxito, sino todo lo contrario. Nada se puede dejar pasar frente a la masividad de las redes. Y por último, no por eso menos importante, se debe controlar el fanatismo en redes sociales y que el estar detrás de un perfil, mediante un teclado, no nos hace hacedores de impunidad.

Samanta caratuló su situación como un error y afirmó: “La pasé muy mal por todo lo que se dijo de mí, sobre todo en las redes sociales. Ha sido todo muy cruel para mí, pero eso no quita que lo que haya vivido en la carpa fue maravilloso. Cometí un error, soy humana y lo admito. Pido disculpas y quiero que quede claro esto: no soy profesional pastelera, no estudié pastelería y mucho menos trabajé de eso. Mi conocimiento con la cocina o el acercamiento a la cocina fue limitado. Fue con un pequeño emprendimiento familiar”.

Ante todo esto, las autoridades del programa tomaron nota, y finalmente Samanta fue descalificada y le otorgaron el premio del “Gran pastelero amateur” a Damián Pier Basile, quien se quedó con el premio de 600 mil pesos. Pero más allá de lo anecdótico del programa, lo sucedió en BakeOff ha dejado mucho para analizar, mucho para pensar y mucho también, para cambiar.