A lo largo de los años, hablar en base a números, siempre fue una modalidad despojada de cualquier tinte de sentimientos. El coronavirus, que nos demostró que todo lo puede, revirtió esta tendencia y cargó de emociones cada dígito que de él surgiera.

El 2020 y la pandemia, no paran de romper con nuestra, ahora, vieja normalidad. En ese pasado, todo lo relativo a lo estadístico era algo frio, deshumanizado, que necesitaba ser analizado y entendido dentro de un contexto para que despierte alguna sensación, al menos un cosquilleo, en algunas personas.

Pero con el correr de la transformación que genera el virus, no necesitamos contextualizar demasiado para que cada dígito que se dé a conocer producto del avance de la pandemia, nos conmocione, nos alerte, nos entristezca y, por momentos, nos ilusione.

El caso más resonante son los números de contagios y víctimas. Cuando en Europa los números empezaron a contarse de a miles y luego de a decenas de miles, fue cuando por primera vez, la preocupación, en base a las cifras, empezó a aparecer en nosotros. Dejamos de tomar con gracia un virus producto de un ciudadano chino que se comió un murciélago, para darnos cuenta que era un peligro para la humanidad.

Esos mismos datos, empezaron a verse reflejados en nuestras tierras, primero por Brasil, Colombia y Perú, para luego tenerlo frente a nuestros ojos, en nuestro país. Mil, dos mil, cinco mil, y un día fueron más de diez mil. Los números nos pusieron en estado de alerta y preocupación. Pero la tristeza fue el sentimiento más grande, al ver como el número de víctimas crecía, hasta llegar casi 12 mil personas fallecidas actualmente.

Nos dimos cuenta, que detrás de cada número, había una historia, una familia, algo que nos profundizara la consternación del dato, ahora humanizado. El personal de salud, esos que durante un tiempo los honrábamos con un aplauso e inexplicablemente se fue apagando, empezó a ver como soldados caían en el campo de batalla, teniendo que seguir a pesar del dolor, para evitar que otro siga ese camino.

Cada dato, cada número, hoy tiene un detrás que nos moviliza. Como también lo son los datos de personas que han quedado desempleadas o locales que han cerrado producto del aislamiento. Y ni hablar, de la cantidad de personas que lamentablemente han caído debajo de la línea de pobreza. Esas cifras que en nuestro país nos duelen hace años, pero la pandemia hizo que calara más fuerte en nuestro interior.

El Covid-19 nos deja demasiadas enseñanzas que no debemos olvidar, si queremos cambiar realmente como sociedad. Una de ellas, es darnos cuenta de que las estadísticas no son número fríos, que todo tiene una causa y una consecuencia, que debemos buscar evitar. Hay que empezar a darnos cuenta de humanizar cada número, para entender cada historia que hay detrás.