La clasificación fue pura tensión con Messi como abanderado de la garra. La esperanza, eso que tanto falta por estos días, resurge en cada argentino, al menos futbolísticamente hasta el próximo sábado.

El exitismo futbolero nacional, es casi un deporte por si solo en Argentina. Una generación que nos llevó a 4 finales en 7 años, carga con la mochila de 28 años sin títulos. Somos ese país que tiene al mejor jugador del mundo y en lugar de disfrutarlo lo cuestiona, como si fuese el responsable de los fracasos previos y no el abanderado de las alegrías que quedaron en la puerta de la gloria.

Todo eso vuelve a quedar de lado a partir de hoy. Si, de hoy, porque el partido que empezó durante la noche del seis de julio, terminó en la madrugada del siete, producto de una definición agónica por penales que tuvo a Dibu Martínez como héroe, el hombre que no ataja, se come a los ejecutantes. Desde este miércoles hasta el sábado a las 21, todo será esperanza. El exitismo nos vuelve a llevar las expectativas bien arriba, incluso, a pesar de ser Brasil el rival de la final.

Y ese pibe, ya no tan pibe, que tantas veces fue criticado, parece estar ante la gran posibilidad de llamar a silencio los cuestionamientos a fuerza de trabajo, fútbol y garra. Desde el comienzo del torneo, entendió que estaba ante una de las últimas oportunidades de su carrera de tocar por primera vez una ansiada copa con la celeste y blanca. Se puso el equipo al hombro y con la bandera bien en alto, comenzó el camino a la gesta.
Arrancó con un tiro libre, siguió con asistencias, con magia, y ayer con mucho aguante. El mismo que tuvo para las críticas, lo sacó a flote para las patadas. A punto tal de quedar con el tobillo hinchado y ensangrentado. Heridas de una batalla, que fue la previa a la gran batalla final que será en terreno visitante, en el tan temido Maracaná, de una guerra de años que nadie, más que él, quiere ganar.

Se vienen jornadas donde vamos a recurrir a todo para soñar y rezar. Donde tendremos un ida y vuelta constante en una montaña rusa de emociones. Sobran ganas, sobran sueños, sobran esperanzas. Se vienen días con la sangre en el ojo porque estamos, otra vez, a 90 minutos de la gloria.