En una despedida multitudinaria, al nivel que el astro merecía, Diego Armando Maradona ya descansa en un cementerio privado de Bella Vista. Las lágrimas, los agradecimientos y los desbordes en un día donde el 10 cerró su paso a la inmortalidad.

El 25 de noviembre del maldito 2020 será recordado por siempre como uno de los días más tristes de la historia del fútbol mundial. “Me cuentan que Diego no resistió” fue la frase de uno de los periodistas que demostró que con tan solo seis palabras se puede conmocionar al mundo.

Desde el momento en que la noticia se dio a conocer, sabíamos todos que, a partir de ese instante, todo el planeta comenzaría a dar tributo al mejor jugador de todos los tiempos. La Bombonera, la cancha de Argentinos, el Congreso o Casa Rosada eran todas las opciones para ser el epicentro de un día plagado de honores en todos los rincones donde un corazón futbolero estuviese latiendo.
Finalmente fue la Rosada. Solo minutos se necesitaron desde que se confirmó el sitio hasta que el primero de los fanáticos colgara la primera de tantas banderas de la reja de Balcarce 50. Era el inicio también de una fuerte polémica para un país atravesado por una grieta profundizada por la pandemia. ¿Era necesario un velatorio en Casa de Gobierno, donde asistan millones de personas, cuando tanta gente no pudo despedir a sus seres queridos o no podían ingresar a sus provincias por las restricciones sanitarias?

Una respuesta que no tiene una respuesta única porque depende de cada uno que ofrezca su mirada. Mientras el debate seguía la plaza se fue llenando. Mientras el velorio más íntimo con familiares, amigos, jugadores y ex jugadores, los campeones del 86, entre otros, terminaba para dar comienzo al desfile del pueblo por los pasillos de la Rosada, llegaban nuevos conflictos.

Una foto del cuerpo de Diego filtrada por personal de la cochería; Morla, su abogado, culpando a la demora de la ambulancia y Rocío Oliva, una de sus ex parejas con el ingreso prohibido al velorio iban sumando aspectos a un día que no estuvo exceptuado de polémica, al igual que la vida del propio 10.

La fila superó las 20 cuadras cuando tan solo quedaban dos horas de velorio. Era imposible que todas las personas que estaban esperando pudiesen ingresar. Un nuevo problema. Comenzaron los enfrentamientos entre los fanáticos que quedaban afuera y las fuerzas de seguridad. Ciudad y Nación se echaban culpas por los errores del operativo. Las rejas y las vallas de Casa Rosada se convirtieron en débiles resistencias para una multitud desesperada ante la tristeza e invadieron la Casa de Gobierno en una imagen que jamás habíamos visto.

Un sinfín de camiones de policía, ejercito, gendarmería y prefectura comenzaron a rodear las inmediaciones de Rosada para sacar a las personas que gritaban y cantaban por los pasillos, con epicentro en el Patio de las Palmeras. Un verdadero descontrol, en el que las autoridades debieron meterse en sus oficinas y el féretro con los restos del astro buscar refugio en un salón cercano al que se encontraba.

La familia decidió darle fin al velatorio. Fue así como cerca de las 18Hs. el cortejo partió hacia su descanso final. Miles de hinchas lo acompañaron hasta la subida de la autopista y otros tantos usaron los costados del camino o los puentes como si fuesen las plateas de alguno de los estadios donde el Diego hizo magia.

Finalmente, en una ceremonia íntima, los restos de Diego Armando Maradona llegaron al cementerio privado de Bella Vista para estar cerca de sus padres. 48 horas que quedaran en el recuerdo como los días donde el 10 hizo su última gambeta hacia la inmortalidad.