Durante la primera parte de la Pandemia, el vínculo que se logró entre el Presidente de la Nación y el Jefe de Gobierno Porteño, de ideología política completamente contraria, había sorprendido gratamente a propios y extraños. Incluso, fueron muchos los que se animaban a pensar que podía ser que gracias al Covid-19, se diera un cambio en la política argentina donde la convivencia sería posible.
Fueron 6 meses de una relación constante, donde se llegaron a escuchar frases como “mi amigo Horacio”. Pero algo pasó en Septiembre. La aparición de un conflicto policial en la provincia de Buenos Aires y el reclamo de colaboración al Estado Nacional por parte del gobernador Axel Kicillof se terminaron convirtiendo en un tercero en discordia de ese vínculo. Fernández tomó la decisión de quitarle un punto de coparticipación a la Ciudad para poder hacer frente al reclamo.
«Hay un punto de exceso en la Ciudad de Buenos Aires respecto a las fuerzas de seguridad. Se lo vamos a transferir a la Provincia. Hay que equilibrar», había afirmado el Presidente en su anuncio. Larreta no estaba al tanto de esta acción y lo tomó como un quiebre en la relación. El conflicto terminó en la justicia y el amor truncado.
El crecimiento de casos de la segunda ola del Covid en nuestro país, obligaron a un nuevo acercamiento entre partes. Incluso, las primeras restricciones se lograron salir en base a un acuerdo. Pero las segundas partes nunca fueron buenas y el vínculo, duró menos de lo esperado.
Alberto Fernández sintió que la frase de Larreta diciendo que no estaba de acuerdo con la restricción de la circulación, cuando era algo que se había logrado definir entre partes, incluso, adaptándose en parte al horario de cierre solicitado por la Ciudad. Ante esto, optó por no llamarlo para las nuevas restricciones, total después se hacía lo que se quería (en relación a que la gente podía quedarse dentro de los bares y restaurantes en Ciudad después de las 23Hs.), entonces prefería hacerse cargo él de la decisión.
Las restricciones trajeron sorpresas, pero principalmente el cierre de las escuelas causó un fuerte impacto social, atento a que siempre se había afirmado que era prioridad absoluta mantener a los chicos en las aulas. Ante esto, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires sostuvo que “se rompió una forma de trabajo”, demostró su malestar por las formas y las decisiones, y afirmó que irá a la justicia para que el lunes los chicos sigan en las escuelas de manera presencial.
No llegó a ser ni reconciliación. Duró tan solo una semana. Todo volvió a la normalidad política y la esperanza de que la convivencia sea lo único bueno de la Pandemia volvió a desaparecer. Para quienes afirman que las segundas partes nunca son buenas, tienen razón y les dejamos este vínculo como argumento para seguir sosteniendo su idea.