La obesidad es una enfermedad metabólica crónica inflamatoria caracterizada por el exceso de grasa corporal cuya distribución puede afectar la salud del individuo. Y, por otro lado, el sobrepeso es una clasificación que surge de la siguiente fórmula: peso actual/talla. Si ese valor arroja un resultado entre 25 y 29.9 se considera sobrepeso, por lo que se recomienda hacer una consulta nutricional para evaluar cada caso en particular.
Las causas son múltiples. Entre ellas encontramos: inadecuada alimentación, sedentarismo, estrés crónico, que impacta en forma negativa a la hora de elegir qué vamos a comer, poco descanso, no saber gestionar emociones sin acudir a la comida.
Actualmente, en nuestro país casi 7 de cada 10 personas tienen sobrepeso y obesidad y la cifra sigue en aumento. La pandemia ha profundizado esta problemática a nivel mundial y nuestro país no es la excepción.
El exceso de grasa corporal como sucede en la obesidad produce una inflamación de bajo grado, pero sostenida en el tiempo y esto hace que algunos pacientes tengan complicaciones severas al contraer Covid 19 en comparación con aquellas que tienen peso normal. Es importante generar cambios en el estilo de vida que ayuden a bajar de peso ya que solo un descenso del 5 % del peso produce mejoras en la salud.
A su vez, el impacto en los niños es amplio. Si un niño es obeso la probabilidad de que sea obeso en la adultez es de un 25 % hasta los 6 años de edad y aumenta a 75 % si en la adolescencia hay presencia de obesidad. A esto se suma el estado de salud de los padres. En el caso de que uno de los progenitores sea obeso, el niño tiene un 40 % de probabilidad de serlo también, pero en el caso de que ambos padres sean obesos, el riesgo aumenta al 80 %.
Hay tres pilares fundamentales, tanto para la prevención como para mantener el descenso de peso a largo plazo:
1) Lo ideal es prevenir desde edades tempranas enseñando a los niños a consumir todos lo grupos de alimentos: frutas, verduras, cereales integrales, carnes, lácteos, grasas de buena calidad y también aquellos alimentos mas indulgentes como las golosinas que pueden ser incluidas en porciones más pequeñas, pero no hay que restringirlas porque son placenteras al comer.
2) Actividad física: en forma diaria, caminando, bicicleta o cualquier actividad que guste practicar. Todo movimiento es válido y cada paso que damos nos mantiene alejados del sedentarismo.
3) Aprender a manejar las emociones sin comida. Poder poner en palabras lo que nos sucede es fundamental para evitar el hambre emocional. A veces, uno puede identificarlo, pero a veces no, por lo que buscar ayuda profesional para lograrlo sin dudas es un cambio muy positivo a la hora de tratar la obesidad.
Lic. Araceli Vallone
Especializada en nutrición y obesidad
MN 9739
Instagram: @lic.aracelivallone