Cuatro Giros conversó con Adriana Ripani, dueña de RC Cari S.R.L., en vísperas de un aniversario muy especial. A base de esfuerzo y dedicación superaron todas las adversidades y la  compañía fundada por Cliver Ripani es reconocida en el mercado local e internacional.

“La empresa la fundó mi padre con el socio, pudo establecerse, vino el Rodrigazo, el socio se fue y quedó solo. Él había estado trabajando en una empresa de galletitas durante 11 años y ahí aprendió un montón en lo que era el manejo de máquinas. Dejó la empresa tras el fallecimiento del dueño y decidió arrancar con su propio proyecto”, cuenta Adriana, hija de Cliver Ripani, y hoy a cargo de ese sueño que inició su padre.

En estos días en la fábrica del oeste del Gran Buenos Aires celebrarán 50 años en la mesa de los argentinos pero todo empezó mucho antes y tuvo a Cliver Ripani como protagonista, un trabajador incansable, un emprendedor y que tenía el aeromodelismo como una de sus grandes pasiones.

 Como cuenta Adriana, Cliver trabajaba en una famosa empresa de galletitas y el dueño le pidió que quedara al frente de la compañía frente al deseo de pasar sus últimos días en Italia. Lamentablemente pocas horas después de esa confesión, el responsable de la empresa murió. La viuda no estaba al tanto del acuerdo, lo que llevó a la salida de Ripani. Lejos de ser un problema, fue la puerta de entrada a su propio sueño hecho realidad.

Galletitas RC Cari S.R.L, se ubica sobre calle Magallanes, en la localidad bonaerense de Ramos Mejía. Hoy se encuentra festejando los 50 años de creación. Allá por 1972 Cliver Ripani puso en marcha un camino que creció de forma ininterrumpida y hasta logró exportar sus productos a países como Estados Unidos, Brasil, Paraguay, Chile, Bolivia, Uruguay, Alemania y Angola.

Sin embargo, ese camino no ha sido nada fácil, y Adriana destaca el enorme esfuerzo que se debió realizar para poder salir adelante. “Atravesó todas las crisis que te podés imaginar a fuerza de mucho trabajo. Mi papá siempre tuvo un espíritu muy conservador, pero es difícil”

Como toda empresa familiar, la transición entre generaciones tiene sus dificultades. Cliver era una persona apasionada por lo que hacía, pero Adriana aseguró que, a pesar de las discusiones, la empresa permanentemente fue su lugar.

“Yo soy contadora, siempre estuve en la parte administrativa, contable, crecí con la empresa. Quise independizarme, pero me di cuenta que tenía que estar acá, con mi padre. Él nunca dejó de venir, salvo en algunos momentos de la pandemia. Nos dejó a los 88 años, por Covid”.

Su legado está más vivo que nunca. A sus 50 años, la empresa continúa batallando con la realidad inestable del país y así llevar sus galletitas a la mesa de los argentinos al igual que mantener las importantes fuentes de trabajo. 

En ese camino RC siempre remontó con el esfuerzo propio. En 1998 llegó a estar en concurso de acreedores pero logró sanearse. “Faltó el apoyo del Estado y los bancos estatales pero salimos con mucho empeño de nuestra gente y gracias a esa experiencia la realidad hoy es muy distinta”.

Las reglas de juego de la Argentina complican la ecuación y es difícil proyectar. A pesar de esto y lo complejo que es exportar, la empresa ha hecho gala de su ingenio para llevar a sus productos a diferentes países en los últimos 20 años.

Adriana repite palabras como principios y valores, y demuestra la importancia que la compañía familiar asume en los procesos de calidad de sus galletitas.

Un ejemplo de constancia, de esfuerzo y responsabilidad, fomentado por el deseo de crecimiento y orgullo de sus dueños sobre su proyecto, para que a pesar de la dificultad día a día la empresa siga busque continuar por la senda del crecimiento. Se trata del sueño que inició Cliver y revalidan cada uno de los trabajadores, la gran familia, que representa al equipo de RC.