La bailarina se desafió a ella misma y al mundo de la danza al mostrar que la silla de ruedas no era un limitante, sino una herramienta que podía integrarse a su performance. Con su ejemplo sigue inspirando a todos los que se animan a más.

El tango es un símbolo del país. Gabriela Torres también tendría que serlo. Con apenas 2 años, sufrió un accidente de auto que la dejó parapléjica. A pesar de los obstáculos, nunca abandonó su pasión. Algunos años atrás, a los 37, se convirtió en la primera participante del Mundial de Tango que bailó en silla de ruedas. Junto a Pablo Pereyra, con «Oblivion», de Astor Piazzolla, demostró que con esfuerzo y dedicación las metas se cumplen.

«Logré superarme, hubo un crecimiento interno y pudimos visibilizarnos. Demostramos que todo se puede fundir», declaró en una reciente entrevista televisiva.

La pareja artística, que en ese 2015 llevó el número 588, se lució en el auditorio en la Usina del Arte, en La Boca, y emocionó a todos: nunca antes una bailarina en esa condición había competido en el certamen. El objetivo era que la silla pase a un segundo plano, que se privilegie la estética, la conexión entre artistas y lo desarrollado a lo largo de la pista.

Más allá del hito reconoce que hoy «se sigue encasillando». Sin embargo, explicó: «Hicimos notas con medios de todo el mundo. Llegar al mundial de tango para mí fue empoderarse. Durante el diálogo con los periodistas Sebastián Alonso y Amanda Pizarro por la pantalla de UNIFE, contó que hoy sigue recibiendo mensajes de personas que se motivaron con su historia para vencer los obstáculos.

En la compañía Sin Fronteras, en la que empezó bailando danza contemporánea integrada, es decir, con bailarines en sillas de ruedas y otros que pueden caminar, profundizó su estilo, se dio cuenta que podía alcanzar sus metas.

Su compañero de baile, Pablo es, dijo ella, como su otra mitad en el escenario, un pilar fundamental para lucirse desde hace tantos años. Con su propuesta en la pista y lo realizado a diario quedó claro que el vínculo y el deseo de romper barreras fue más fuerte que cualquier obstáculo.

El tango es un símbolo de argentinidad, donde los cuerpos de los bailarines se entrelazan y mueven al compás del 2×4. Gabriela Torres y Pablo actualizaron las tradiciones y estructuras de esta danza popular. Un trabajo digno de admirar. E imitar.